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07 septiembre 2022

Vegano

   
Preparé yakimeshi (un plato introducido por inmigrantes chinos en el s. XIX a Japón) para la primer cena de Carola en el marco de las celebraciones de su cumpleaños (lo cual me ha copiado con éxito prometedor). Vamos a cenar chahan de verduras con tampico, más parecido al de Sushi itto que a cualquier plato japonés en el mundo. El primer pastel de cumpleaños será medovik (que se inventó en la cocina del Zar Alejandro I para la emperatriz Elizaveta Alekséevna a quien no le gustaba la miel pero le acabó gustando el postre), y cambiaremos el vodka por burbujas. 

En medio de mi crisis de los 40 me ha dado por explorar Ig (instagram, para la gente de mi edad, especialmente Paco y Tafa; con Lopez es una lucha perdida: sigue hablando de los chat room de los años 90). Subo una historia chavoruca: “cocinando” zanahorias y calabazas y arroz (por supuesto no uso champiñones porque aunque sea el marco de celebraciones de Carola, hay un limite para todo). 

Mi amigo Fibi comenta: “No sabía que eras vegano, amigo.” 
A lo que le respondo: “¡Jamás!” 

No quiero ser vegano. Tengo 40 y el mundo que conozco y en el que habitaré los próximos 30 años, si me va bien, es con carne. Pero Fibi me regresa a un recuerdo, entonces escribo: 

“Me acordé que leí una vez que en el s. 18 sólo le daba gota a la gente pudiente, porque eran los únicos que podían comer carne; mientras que a los pobres no les daba porque sólo les alcanzaba para cocinar verduras. Comer verdura en aquella época significaba ser pobre. 

Los veganos son los neopobres. 

Son las generaciones que saben que ya no les va alcanzar para la carne. No carne, no casa, no seguro social, no afore, no seguro. Claro, se  han inventado mamadas mainstream nada más para no hacerse llamarse jodidos.” 

“Jodidos” es una palabra por la que Carola y yo hemos discutido innumerables veces. Le parece una ofensa casi comparable con (iba decir el Holocausto pero algún vegano saltaría y me diría: “insensible de mierda, ¡ignorante!, ¡maldito facista!” etc., etc. Una ofensa muy fea, diré entonces. 

La realidad es que las verduras siguen siendo baratas, lo mismo que vivir en espacios pequeños, no tener auto, no usar combustibles fósiles, no pagar impuestos por trabajar, no usar ropa de trabajo. La riqueza o lo que mi generación y anteriores definían como riqueza, pues no la van a ver, amigos, porque quizás ya cambió y lo que importa es #quebonitossentimientos 

La buena noticia es que los veganos no morirán de gota, esto no se lo dije a Fibs; otras enfermedades harán lo propio, la tuberculosis, quizás. Mañana cenamos veganos, neopobres, jodidos, pues.